Casi 70% de Pobres en Argentina. Es Mucho.
Por Raúl Valle
A finales de 2025, la Argentina bajo la gestión de Javier Milei se enfrenta a una paradoja cruel que define el espíritu de su época, la celebración de una victoria estadística construida sobre un cementerio social. La reciente advertencia del investigador del Conicet, Martín Maldonado, expuesta en una nota de "Perfil", descorre el velo de la narrativa oficial y revela la grieta fundamental del modelo libertario, evidenciando una desconexión total entre los números que el gobierno festeja y la vida que la inmensa mayoría padece. Mientras el oficialismo celebra como un éxito de gestión que la pobreza medida por el INDEC se ubique en el 31,6%, la realidad multidimensional indica que el 67% de la población ha caído en la exclusión, una cifra que desnuda la trampa de medir la realidad del siglo XXI con una vara diseñada en 1985.
El nudo del problema radica en que el "éxito" del modelo de Milei depende enteramente de una metodología obsoleta que actúa como una venda en los ojos del Estado. El sistema actual, vigente desde hace cuarenta años, determina la pobreza observando únicamente si los ingresos alcanzan para comprar una canasta de 52 alimentos, ignorando deliberadamente las variables que el propio gobierno se encargó de desregular y encarecer.
En la "sociedad de mercado" de 2025, donde el Estado se ha retirado de sus funciones básicas, el costo de los alquileres, las tarifas de servicios públicos, el transporte, la salud y la educación se ha disparado a niveles impagables para la clase media y baja. Sin embargo, como la métrica oficial no computa estos gastos esenciales, el gobierno puede afirmar cínicamente que "bajó la pobreza" simplemente porque el precio de los fideos se estabilizó, aun cuando las familias se hunden porque no pueden pagar el colectivo para ir a trabajar o el alquiler para sostener un techo.
Este engaño para la gilada de su base y la complicidad del peronismo queda perfectamente ilustrada por la analogía médica que plantea el especialista: la administración de Milei se comporta como un médico que atiende a un paciente politraumatizado y con una enfermedad terminal, pero solo se limita a medirle la fiebre. Si la temperatura baja de 40 a 38 grados, el parte médico oficial anuncia una "milagrosa recuperación", ocultando que el paciente sigue con los huesos rotos y un cáncer avanzado. De la misma forma, el gobierno festeja la baja de la inflación y el ordenamiento de las cuentas públicas —la "fiebre"— mientras ignora la necrosis del tejido social provocada por una pobreza estructural que ya afecta a dos tercios del país.
Lo más grave de este escenario no es solo la crisis económica, sino la intencionalidad política de mantener esta distorsión. Actualizar la metodología para medir la pobreza multidimensional implicaría que el gobierno de turno tuviera que hacerse cargo de que su "motosierra" no ha traído prosperidad, sino que ha consolidado una miseria del 67%. La resistencia a cambiar la forma de medir es, en el fondo, una confesión de parte: el modelo cierra únicamente si se invisibiliza a las víctimas.
Así, la sociedad de Milei se erige sobre un cinismo técnico donde la "libertad" prometida ha mutado en la libertad de caerse del sistema sin que el Estado lo registre siquiera en sus estadísticas, creando un país que luce ordenado en los balances macroeconómicos pero que deja a siete de cada diez argentinos a la intemperie de una realidad que el poder y los defensores del capitalismo siempre niegan mirar.

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