Alejandro Guerrero, Militante Incansable y Educador Revolucionario
Por amigos y compañeros del Circulo de Trabajadores.
Buenos Aires, 10 de octubre de 2025 . Con profunda conciencia, la comunidad militante de izquierda recordamos a Alejandro Guerrero, quien falleció el pasado 10 de octubre a los 75 años, tras una vida dedicada a la lucha obrera y la difusión del marxismo.
Guerrero, incorporado al Politica Obrera (PO) en 1972, fue un cuadro de probada lealtad durante más de medio siglo, enfrentando riesgos extremos bajo la dictadura militar. Compartió refugio con su entonces amigo Marcelo Ramal, cotizó indemnizaciones por despidos en Clarín y La Voz debido a su actividad sindical, organizo la primera junta interna de Clarin en la jeta de Magneto, y contribuyó con los ingresos de una actividad comercial entre 1977 y 1979 –equivalentes a un departamento modesto–, reafirmando que, en circunstancias similares, lo haría nuevamente sin dudar.
Cuando surgieron diferencias con la línea partidaria, las presentó por escrito y canales orgánicos, recibiendo como respuesta una separación cargada de insultos. En lugar de replegarse, Guerrero marchó a Bolivia en 1983, donde militó cinco años en el Partido Obrero Revolucionario (POR) liderado por Guillermo Lora. Allí fue detenido, torturado y expulsado, recibiendo una carta de felicitación del Comité Central del POR por su resistencia ante la represión –aunque él lo atribuía solo a cumplir su deber de no traicionar ante el enemigo–. Rechazó vehemente las acusaciones de "abandono del programa" por parte de figuras más jóvenes, recordando que en esa época tales críticos "aún no meaban pañales" y habrían reverenciado a Lora.
En la crisis con el Partido Obrero, tenía una renta por su labor en redacción, y no dudó a dar su adhesión a la tendencia, sin ser parte de ella, pero reconociendo las expulsiones injustificadas. Luego, su incorporación a la Tendencia del PO fue orgánica: en una reunión dirigida por Olga V., con presencia de El Be y Eugenia C., se integró al círculo de La Boca, bajo la responsabilidad de Leonardo P., junto a compañeros como Keiko, Eugenia C. y el Vasco. Cualquier afirmación contraria, como la de un boletín interno que lo tildaba de "no orgánico", revelaba, para Guerrero, una descomposición organizativa profunda –"detrás de cada problema organizativo hay un problema político", citaba a Lora–. Esta discusión pública en Facebook, en lugar de interna, respondía a un quiebre traumático: en marzo de 2020, un asalto violento le robó su celular, dinero y le dejó secuelas físicas (usaba bastón), pero la Tendencia lo abandonó. Nadie lo visitó, lo borraron de grupos de WhatsApp, le negaron boletines internos (BI) y cesaron pedidos de cotizaciones, pese a sus aportes externos. Leonardo P. alegó "falta de tiempo" para responder mails; Marcelo Ramal y Jacyn negaron su separación sin explicación, en un acto de "cobardía" que Guerrero contrastaba con el estalinismo, que al menos fabricaba procesos formales.
Una convocatoria de Jorge Altamira para una "tarea estratégica" no restauró su lugar: el equipo se disolvió entre maltratos. Guerrero criticaba la degradación del boletín interno en un "aparato" directivo, sin discusión real –el "Correo de Lectores" lo exponía a infiltraciones externas, como kirchneristas o macristas–.
Recordaba precedentes destructivos: la asamblea abierta de 1989, vulnerable a manipulaciones (ej. Lorenzo Miguel), o la consigna de 1983 ("un periódico más un austral = un militante"), que disolvió fronteras partidarias en un "movimientismo" territorial, dejando solo al Comité Ejecutivo como dictadura férrea. Para él, esto vaciaba el objetivo de la dictadura del proletariado, pues "determinada estrategia política exige determinada táctica y herramienta".
Él no convocaba a abandonos –"fuera de la Tendencia no hay nada"–, sino a batallar internamente y externamente por la herramienta revolucionaria. Exigía su reincorporación plena, convencido de contar con apoyo de compañeros.
Un libro de Alejandro Guerrero que aborda un capítulo crucial de la historia argentina es el "Peronismo armado", las expresiones armadas vinculadas a la guerrilla, con un enfoque central en Montoneros, una de las organizaciones más emblemáticas de la guerrilla urbana en las décadas de 1960 y 1970. La obra se estructura en dos ejes temporales: la Resistencia Peronista (posterior al golpe contra Perón en 1955) y el contexto que va desde la "Revolución Libertadora" hasta los episodios de violencia política que marcaron el siglo XX. Con 700 páginas, la investigación profundiza en cómo grupos armados adoptaron la identidad peronista como bandera, analizando tanto sus estrategias como sus contradicciones. Guerrero contextualiza el surgimiento de Montoneros dentro de un marco histórico que incluye el peronismo proscripto, la radicalización política y los debates sobre la violencia como herramienta de transformación social. Entre las virtudes destacadas, se destaca el análisis riguroso de las dinámicas entre militancia, estado y sociedad, ofreciendo una mirada integral sobre un período marcado por la confrontación y el exterminio de sectores disidentes. La obra, publicada en 2009 por Grupo Editorial Norma, se consolida como una referencia para entender las raíces y derivaciones del peronismo en su vertiente más radicalizada.
Alejandro Guerrero ha desarrollado una notable carrera literaria con varias obras significativas. Su primer libro,"Jorge Newbery" (1999/2000), es una biografía del prócer argentino estructurada en 388 páginas como parte de la serie "Biografías y Memorias". Esta obra, que recibió excelentes críticas, fue el inicio de su trayectoria editorial. Su segundo trabajo, el ya mencionado "El peronismo armado", representa un análisis más complejo y extenso de la historia política argentina. Su tercer libro, "La Federal" (2012), se centra en la Policía Federal Argentina, analizando sus vínculos con el delito en la última década, incluyendo casos de corrupción, abuso de poder o conexiones con el crimen organizado, con una frase reveladora: "La secta del gatillo fácil es también la logia de la mano en la lata", que sugiere una crítica a prácticas institucionales.
En los últimos años, el debate sobre asambleas constituyentes ha cobrado fuerza en América Latina, vinculado a crisis políticas, reconfiguraciones del estado y tensiones entre orden constitucional y demandas sociales. Este fenómeno, ampliamente documentado en estudios y publicaciones digitales, se entrelaza con dos ejes clave, el rol del estado en la gestión de conflictos y la violencia revolucionaria como expresión de disconformidad. Las asambleas constituyentes han sido herramientas para superar crisis terminales de sistemas políticos, como se ha visto en casos latinoamericanos. En Venezuela, por ejemplo, la crisis del sistema político a finales del siglo XX llevó a la convocatorias de una asamblea constituyente en 1999, que derivó en una nueva constitución (la "Constitución Bolivariana"). Similarmente, en Perú, el presidente Alberto Fujimori disolvió el Congreso en 1992 y estableció el Congreso Constituyente Democrático (CCD), un mecanismo para reordenar el marco institucional. Estos procesos reflejan la teoría del poder constituyente, que sostiene que la soberanía reside en el pueblo para refundar el estado. Sin embargo, su evolución ha estado marcada por la "involución del constitucionalismo" al final del Estado liberal revolucionario, donde la constitución se ha convertido en un instrumento contrarrevolucionario por la burguesía. El estado, en su función básica de atender demandas sociales, ha sido cuestionado cuando incumple sus fines, generando violencia estructural. Por ejemplo, la falta de respuesta a necesidades básicas (como acceso a servicios, justicia o equidad) ha alimentado conflictos que, en algunos casos, derivan en expresiones de "violencia revolucionaria". En paralelo, la radicalización política ha puesto en tela de juicio el monopolio estatal de la violencia. Grupos y movimientos han cuestionado el orden establecido, argumentando que el estado no cumple con su rol protector, lo que ha llevado a debates sobre la legitimidad de la violencia como herramienta de transformación.
La era digital ha facilitado el acceso a publicaciones que abordan estos temas, incluyendo obras como "Asambleas constituyentes en América Latina", que analiza casos como Venezuela, Bolivia y Ecuador; "Violencia revolucionaria y estado en el siglo XXI", que examina casos de radicalización política; y "La crisis del sistema político venezolano y la asamblea constituyente", un estudio detallado con las posiciones de las izquierdas que no abordan la construcción de un partido de trabajadores, la recuperación de los sindicatos, la acción directa, la confianza en las masas trabajadoras y la huelga general. Plataformas digitales ofrecen estas ediciones de manera accesible para el público interesado en profundizar en estos complejos fenómenos sociopolíticos.
La Última Etapa: Educador del Capital y Difusor de Marx
En sus años finales, Guerrero se consagró como un profesor excepcional, dedicándose a impartir cursos sobre "El Capital" de Karl Marx, periodismo y literatura. Su labor docente, iniciada en la década de 2010 y intensificada post-2020 vía plataformas como Google Meet, fue un faro para generaciones. Ayudó a cientos de profesionales, estudiantes y trabajadores –muchos de ellos militantes aislados o en formación–, desentrañando la obra magna de Marx con claridad y pasión.
Sus clases virtuales, con un aporte solidario y accesibles, reunían a participantes de Argentina, Latinoamérica y Europa, fomentando debates que conectaban teoría con luchas cotidianas, desde la explotación en fábricas hasta la crisis capitalista actual. "El Capital no es un manual abstracto, sino el mapa para derrocar al sistema", solía decir, inspirando a exalumnos que hoy influencian sindicatos, escriben en portales de izquierda y organizan células obreras.
Guerrero desarrollaba ideas centrales de "El Capital" con ejemplos concretos, la plusvalía como el secreto de la acumulación capitalista, donde el trabajador produce más valor del que recibe en salario, permitiendo al capitalista apropiarse de la diferencia para reinvertir y expandir la explotación. Explicaba la fetichización de la mercancía, cómo las relaciones sociales se ocultan tras apariencias de igualdad en el mercado, y la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, que impulsa crisis cíclicas y guerras imperialistas. Vinculaba esto a la Argentina contemporánea,"La devaluación y el FMI son plusvalía exprimida de los laburantes, no 'ajustes inevitables'".
Una Caracterización Acertada y el Legado Antiimperialista
Alejandro Guerrero caracterizaba con precisión la crisis de la Tendencia del PO: una descomposición que diluye la organicidad bolchevique en movimientismo oportunista, traicionando la herramienta para la dictadura proletaria. Su resumen vital: lealtad inquebrantable, rechazo a infamias, exigencia de debate interno y construcción revolucionaria desde adentro y afuera.
En su cierre póstumo, Guerrero agravaba la crítica a posiciones como las de Altamira y Ramal en el PO, que sostienen neutralidad ante la OTAN y Rusia en la guerra de Ucrania. Esto no es "neutralidad histórica de la izquierda" –falso y ensuciador de las banderas socialistas–, sino capitulación al imperialismo. Ante la guerra, siempre se elige el bando oprimido: se lucha por la revolución socialista, derrotando al agresor principal. Como él lo planteaba, es una guerra de agresión del imperialismo OTAN (expansión post-1991, bases en Europa del Este) contra una defensiva de Rusia, que debe respaldarse a todo trance –por más que gobierne una camarilla dictatorial de oligarcas–, similar a cómo Política Obrera respaldó a Argentina en Malvinas (1982), pese a la dictadura de Videla. No hacerlo es la mayor traición a la clase obrera desde 1914, cuando socialistas como los de la II Internacional votaron créditos de guerra, enviando proletarios a la carnicería (Lenin, "El imperialismo, fase superior del capitalismo", 1916).
Teóricos de izquierda lo fundamentan, León Trotsky, en "La revolución traicionada" (1936), defendió la URSS contra Hitler como estado obrero deformado, priorizando la defensa antiimperialista para abrir camino a la revolución política interna –análogamente, Rusia hoy resiste la OTAN sin ser estado obrero, pero como consecuencia y contra la barbarie yanqui (ver "Escritos sobre la guerra", Trotsky, 1939-40).
Con las debidas diferencias, se puede citar a Nahuel Moreno, en "El 89 y la Tercera Internacional" (1989), argumentaba que en guerras interimperialistas se defiende al eslabón débil oprimido para fracturar el bloque capitalista, como en la resistencia vietnamita (1960s).
En portales actuales, La Izquierda Diario (PTS, 2022) cita a Lenin: "Convertir la guerra imperialista en guerra civil" (" El socialismo y la guerra", 1915), pero primero derrotar al invasor (OTAN), organizando consejos obreros en ambos bandos. Alternativa Socialista (MAS) y el portal marxista internacional Marxist.com (2023) rechazan la "equidistancia" como pacifismo burgués, invocando Rosa Luxemburgo ("La acumulación de capital" , 1913): el imperialismo genera guerras; la izquierda debe apoyar la defensa nacional oprimida para avanzar al socialismo. En este sentido, todas las corrientes Morenistas, todo el FITU y Altamira-Ramal, pese a escribir con contradicciones, terminan capitulado ante la defensa de la soberanía de Rusia, pese a su dirección restauradora de Putin y el capital.
También al POR no es claro en sus textos, no es directo (14-8-2025), dice: "El programa histórico del proletariado, en su esencia, se basa en la revolución social: derrocamiento del poder de la burguesía, derrota del imperialismo, transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social, economía planificada, superación de las fronteras nacionales y armonización de la vida social entre los pueblos. La clase obrera mundial se enfrenta a la tarea de unirse por el fin de las guerras de dominación, contra la guerra comercial y las tendencias belicistas encarnadas por el imperialismo, dirigido por Estados Unidos. Corresponde a los explotados en lucha levantar sus organismos de poder y organizar el frente único antiimperialista como instrumento de la revolución socialista"
En definitiva, el proletariado no es neutral, y tampoco es esa su politica histórica, se equivocan Altamira–Ramal. La disposición de lucha de la clase obrera es orientada a un programa de acción revolucionaria, nunca a la neutralidad.
Alejandro Guerrero nos deja el mandato, precisión política contra la tendencia a la barbarie capitalista. Su lucha perdura en quienes lo escucharon y lo apreciamos.
Con saludos revolucionarios.
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