Novedad: ¿Un partido de Trabajadores?

 


Por Raúl Valle 

En un contexto marcado por la inminente llegada de un mega juicio por los cuadernos de las coimas, y la crisis estructural del capitalismo que amenaza, otra vez, con sacudir los cimientos del peronismo, Cristina Kirchner emerge como una figura polarizante, incapaz de unificar un movimiento que se desmorona bajo el peso de sus propias contradicciones. La expresidenta, condenada y proscripta, insiste en criticar a Axel Kicillof por el desdoblamiento electoral en Buenos Aires, pero su carta abierta del 31 de octubre revela una estrategia defensiva que oculta su responsabilidad en la división interna.

 Mientras la CGT se apresta a votar la Reforma Laboral, el sindicalista Hugo Moyano cae en desgracia, arrastrado por escándalos y alianzas oportunistas, el peronismo se fractura en alas irreconciliables, dejando a Cristina como una líder aislada, aferrada a un discurso que ya no convence ni a sus bases tradicionales.


La Carta de Cristina: Un Ataque a Kicillof y una Defensa Desesperada

Cristina Kirchner, desde su prisión domiciliaria en San José 1111, publicó una extensa misiva criticando duramente al gobernador bonaerense Axel Kicillof por haber desdoblado las elecciones provinciales. Según ella, esta decisión permitió reagrupar el voto antiperonista, resultando en una derrota de casi 14 puntos en las legislativas del 26 de octubre. "La excepción de lo ocurrido en la Provincia de Buenos Aires obedece a un error político", afirma, recordando su oposición pública desde abril. Sin embargo, esta crítica llega tarde: Kicillof, quien ahora se distancia del kirchnerismo, se reúne con intendentes para discutir una ruptura, mientras el massismo guarda silencio prudente.

La expresidenta elogia a gobernadores peronistas como Sergio Ziliotto (La Pampa) y Ricardo Quintela (La Rioja), quienes ganaron sus elecciones, pero ignora cómo su propio liderazgo ha erosionado la unidad. El mega juicio por los cuadernos, que involucra a figuras claves del kirchnerismo y empresarios como Roggio, Calcaterra y relaciones con Caputo en esquemas de corrupción, se cierne como una espada de Damocles. Este proceso, que podría sentar en el banquillo a exfuncionarios y empresarios, expone la hipocresía de Cristina: mientras denuncia "ofensivas judiciales" contra el peronismo, olvida que su gobierno fue el epicentro de esas prácticas.


La Caída de Moyano. el derrumbe de la CGT y la División del Peronismo

La caída de Hugo Moyano, otrora aliado clave en el sindicalismo, simboliza el declive del peronismo tradicional. Acusado de vínculos con el narcotráfico y alianzas con sectores conservadores, Moyano ha perdido influencia, dejando un vacío que beneficia a facciones más pragmáticas. El ala de Sergio Massa, con su perfil centrista, flirtea con una posible unión a la Unión Cívica Radical (UCR), buscando oxígeno en un escenario postelectoral donde La Libertad Avanza (LLA) de Javier Milei domina el Congreso.

Kicillof, por su parte, encabeza un bloque progresista e izquierdista que intenta convivir con un ala derecha de gobernadores como Gustavo Valdés (Corrientes) o Raúl Jalil (Catamarca), quienes priorizan acuerdos con el establishment. Agrega un "sindicalismo de Rucci y con una mixtura al estilo Lula" – Los jóvenes deben saber que hace referencia al histórico dirigente peronista José Ignacio Rucci que armó las triples A con Perón, bajó salarios y fue el inicio de la reforma laboral a la baja en los 70 (nada nuevo), y sobre todo, el asesino de millares de opositores clasistas, se busca éste coctel con el pragmatismo del presidente brasileño– busca "modernizar" el movimiento, pero para profundizar una conciliación de clases aguda.

Cristina, con su cristinismo ortodoxo, ve cómo La Cámpora y sectores de derechos humanos y mujeres, cooptados por el Estado durante su mandato, se convierten en "piantavotos" (votantes plantados en posiciones rígidas), incapaces de adaptarse a la realidad.


La Izquierda  y la Posibilidad de un Nuevo Partido

En este caos, emerge una oportunidad inesperada: ¿La Izquierda Socialista, que en las elecciones llamó a votar al peronismo para frenar a Milei, podría integrarse al movimiento fragmentado? ¿Grupos oportunistas como el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) también podrían sumarse?¿ Kicillof podría proponer fundar un Partido de los Trabajadores (PT) al estilo del lulismo brasileño, priorizando alianzas amplias sobre dogmas? ¿Y seducir a esta Izquierda?

Esta crisis, sin embargo, no es solo del peronismo: es una ventana para construir un partido de trabajadores verdadero, algo que el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y el Partido Obrero (PO) han agitado durante 50 años. Ambos grupos, críticos eternos del "reformismo" peronista, niegan esta posibilidad con la excusa de "la inmadurez de las condiciones objetivas", pero la realidad electoral y la crisis estructural capitalista –con el peronismo dividido y Cristina aislada– demuestra lo contrario. Es necesario este debate para el resto de la izquierda: abandonar el sectarismo y abrazar una estrategia unitaria que defienda a los trabajadores, no a caudillos.

Cristina Kirchner, con su carta, intenta reafirmar su liderazgo, pero su crítica a Kicillof solo acelera la implosión. En un país en "libertad condicional", como ella misma dice, el peronismo necesita renovación, no nostalgia. La izquierda, unida y crítica, podría ser la heredera de esta debacle.

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