No fue solo Mandami
Por Raúl Valle
Mientras los medios se fijaban en el nuevo alcalde socialista de Nueva York, más de 20 ciudades de EE.UU. eligieron a representantes socialistas y progresistas, un cambio desde abajo con un mensaje claro: la vivienda no puede seguir siendo un negocio.
En este contexto, es importante destacar cómo la izquierda argentina no ha caracterizado la crisis capitalista en el centro imperial, tampoco ha caracterizado el crecimiento de estos movimientos socialistas en otros distritos, negando su naturaleza real y reduciéndolos a meras identificaciones superficiales con el socialismo.
Estos no son socialistas en el sentido tradicional, sino que se reclaman del socialismo como una etiqueta conveniente de conciliación de clases, resultado directo de las huelgas de masas contra la marcha "No King" en oposición a Trump, que movilizó a multitudes en las calles y puso de manifiesto la fuerza de la movilización popular.
Esta estrategia se basa en ganar las calles a través de la retórica izquierdista y la acción colectiva, aunque su política futura apunta a una conciliación de clases; sin embargo, el recurso constante a la movilización de masas y la retórica radical los mantiene en un choque de clases permanente, luchando por una salida a la crisis capitalista que desafía el statu quo.
En Minneapolis, 11 de los 22 candidatos apoyados por los Democratic Socialists of America (DSA) ganaron sus elecciones, entre ellos Robin Wonsley, que impulsó leyes contra la discriminación, y Soren Stevenson, que perdió un ojo por una bala policial durante las protestas por George Floyd. Stevenson venció tras perder en 2023 por solo 38 votos, mientras que el alcalde corporativo Jacob Frey se reeligió por 6 puntos, pero su rival socialista Omar Fateh denunció que el Partido Demócrata le retiró su apoyo bajo presión de inmobiliarias y fondos de inversión.
En Atlanta, la sindicalista Kelsea Bond se convirtió en la primera concejala socialista de la historia de la ciudad, ganando con el 64% frente al candidato del ladrillo; su campaña nació contra el megaproyecto policial “Cop City”, con el lema: “Sin justicia social, no hay seguridad”. En Detroit, el ex portavoz de Rashida Tlaib, Denzel McCampbell, ganó con casi el 60% de los votos, resumiendo el espíritu del momento: “Si la vivienda es un negocio, la pobreza es una condena. Nuestra tarea es acabar con ambas”. En Ithaca, dos socialistas —Jorge DeFendini y Hannah Shvets, de solo 20 años— barrieron las urnas con un programa de estabilizar alquileres, construir vivienda pública y reforzar códigos de edificación, demostrando que la juventud socialista pisa fuerte.
También hubo victorias en Cambridge, Poughkeepsie, Greenbelt o Carrboro, con una agenda común: vivienda asequible, transporte público y poder municipal frente al capital especulativo. En Somerville, además, se aprobó bloquear los fondos públicos de Israel.
En Nueva York, además de Mamdani, las socialistas Alexa Avilés y Tiffany Cabán fueron reelegidas pese al acoso financiero de los grandes lobbies, y la red socialista neoyorquina crece con candidaturas al Congreso estatal. Mamdani se convierte así en modelo político: campañas sin dinero corporativo, miles de voluntarios y un discurso centrado en la vida cotidiana —vivienda, deuda, trabajo, salud—.
El socialismo estadounidense ya no es teoría, es gestión municipal. Mientras Trump amenaza con quitar fondos federales a Nueva York, el miedo cambia de bando, y las urnas locales se han convertido en trincheras. La política del futuro en EE.UU. podría no nacer en Washington, sino en barrios como el Bronx o Detroit.
Entonces, no fue solo Mamdani. Fue el principio de algo más grande.
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