EEUU es un nuevo centro de censura literaria

Raúl Valle

En un contexto de creciente polarización ideológica, Estados Unidos enfrenta una ola de censura que no solo amenaza la libertad de expresión, sino que revela una decadencia cultural profunda. 

Un informe de PEN America, publicado en octubre de 2025, expone la prohibición de más de 4.000 libros en 87 distritos escolares durante el ciclo 2024-2025, incluyendo obras maestras como ''Cien años de soledad'' y ''El amor en los tiempos del cólera'' de Gabriel García Márquez.

Esta medida, que afecta a al menos 45 estados, no es un incidente aislado, sino el pico de una tendencia impulsada por grupos conservadores y nacionalistas cristianos, coincidiendo con el resurgimiento del evangelicalismo y una caída en las ventas de libros. Lejos de culpar a las aplicaciones digitales o la tecnología —como a menudo se argumenta—, este fenómeno apunta a una erosión deliberada de la diversidad intelectual, un síntoma de decadencia que prioriza el dogmatismo religioso sobre el pensamiento crítico.

El informe de PEN America, titulado ''La normalización de la prohibición de libros'', registra 6.870 casos de censura en todo el país, un número "sin precedentes en la historia estadounidense". En Florida (2.304 casos), Texas, Tennessee y Pensilvania lideran esta ofensiva, donde títulos como los de García Márquez —señalados por su exploración de identidad, diversidad y crítica social— han sido retirados de aulas y bibliotecas. No se trata de objeciones pedagógicas, sino de una "estrategia coordinada" de grupos conservadores que explotan "miedos y ansiedades de los padres" para imponer control ideológico.

El caso de Tennessee ilustra esta dinámica: se eliminaron ''Fahrenheit 451'' de Ray Bradbury y una adaptación gráfica del ''Diario de Ana Frank'', junto a obras sobre temas LGBTI+, justicia racial y migración, calificadas como "inapropiadas" o "sexualmente explícitas". PEN America vincula directamente estas acciones a campañas de individuos y grupos con visiones homofóbicas, supremacistas blancas y nacionalistas cristianas, que han convertido la censura en una "política estructural, organizada y persistente".

Incluso el gobierno federal intervino, retirando casi 600 libros de escuelas bajo el Departamento de Defensa por directrices sobre diversidad e inclusión.

Autores como Isabel Allende (''La casa de los espíritus''), Stephen King y Elena K. Arnold también sufren esta "Letra Escarlata", donde la prohibición de una obra arrastra a toda su producción. El impacto trasciende lo literario: eventos como ferias del libro se cancelan, donaciones se rechazan y currículos se revisan, alterando la vida académica de miles de escuelas públicas.

Esta ola de censura no surge en el vacío. Coincide con un notable crecimiento en la influencia religiosa en EE.UU., particularmente del evangelicalismo y el nacionalismo cristiano. Según un estudio de Pew Research de octubre de 2025, la proporción de adultos que perciben la religión como "ganando influencia" en la vida americana aumentó drásticamente entre febrero de 2024 y 2025, con vistas positivas sobre la fe subiendo significativamente desde 2022

Otro informe de Barna Research de abril de 2025 muestra un alza del 12% en el compromiso teocrático entre adultos jóvenes desde 2021, mientras que el Censo Religioso de EE.UU. registra 6.500 millones más de asistentes a servicios religiosos desde 2010, impulsados por iglesias evangelistas.

Gallup corrobora esto, en junio de 2025, el 34% de los estadounidenses ve la religión incrementando su rol, un salto desde el 20% del año anterior. Globalmente, los evangélicos crecen a un 1,47% anual, sumando 150 millones desde 2000, según Lifeway Research. En EE.UU., este auge se traduce en activismo, grupos nacionalistas cristianos demandan remociones de libros en bibliotecas públicas y escolares, legislando discriminación bajo el manto de la fe.

 PEN America y organizaciones como Interfaith Alliance advierten que esta "extremismo religioso" —en forma de nacionalismo cristiano— es el catalizador principal, silenciando voces diversas y tradiciones religiosas minoritarias en nombre de una visión monolítica.

Mientras la censura se expande, las ventas de libros en EE.UU. caen, no por el auge de apps o streaming —como se podría suponer—, sino por una desconexión cultural fomentada por esta intolerancia. En la primera mitad de 2025, las ventas de libros impresos bajaron un 1,6% respecto a 2024, con 343,6 millones de unidades vendidas frente a 347,5 millones, según Publishers Weekly. El no ficción, que incluye ensayos sobre diversidad y crítica social, se desplomó en 3 millones de unidades, mientras los ingresos totales cayeron un 2,8% hasta agosto. La Asociación de Editores Americanos reporta una contracción del 4,4% solo en agosto, con la ficción sosteniendo el mercado pero insuficiente para contrarrestar la tendencia.

Esta declinación no es tecnológica, las librerías físicas incluso reviven, con ventas impresas subiendo un 1% en 2024. Más bien, refleja una "normalización" de la censura que desincentiva la lectura diversa y genera "daños económicos y emocionales" para autores y editoriales, como detalla PEN America.

En un país donde el 62% se identifica como cristiano —un declive que se ha estabilizado, pero con un evangelicalismo más militante—, el acceso al conocimiento se restringe, amenazando el pilar educativo de la libertad.

La prohibición de García Márquez no es solo un ataque a un Nobel colombiano; es un espejo de la decadencia estadounidense, donde el crecimiento evangelical —impulsado por ansiedades post-pandemia y polarización política— erosiona la pluralidad. Como concluye PEN America, esta "expansión sin precedentes de la censura literaria" convierte la educación en un campo de batalla ideológico, priorizando el control sobre la empatía y el descubrimiento.

Mientras las ventas caen y la fe militante sube, EE.UU. arriesga no solo su alma literaria, sino su identidad como faro de libertad. Por eso, "La censura dejó de ser una reacción aislada para convertirse en una política persistente".

Es hora de resistir, antes de que el realismo mágico de García Márquez se convierta en distopía real.