Milei y las fuerzas armadas, cada vez peor, más desmoralización
Por Raúl Valle
Una nueva crisis de Milei y la descomposición de las fuerzas armadas argentinas ha sucedido. El gobierno de Javier Milei, en su afán por alinear la política exterior argentina con los intereses de las potencias imperiales y anglosajonas, intentó llevar a cabo dos encuentros militares con representantes del Reino Unido, los cuales debieron ser cancelados.
La Plana Mayor de la Armada Argentina no asistió a la cumbre secreta convocada por la Embajada Británica para el 14 de octubre, y la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF) suspendió una controvertida conferencia con expertos militares británicos sobre el conflicto en Ucrania programada para el 16 de octubre.
Lo que el Ministerio de Defensa, bajo la dirección de Luis Petri, intentó presentar como un "intercambio técnico" fue rápidamente desenmascarado por organizaciones de trabajadores, veteranos de guerra y medios comprometidos como un inaceptable acto de colaboracionismo con la potencia que mantiene ocupadas nuestras Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
La filtración de un cable que revelaba la convocatoria a seis altos oficiales de la Armada Argentina para reunirse en secreto con militares británicos de la OTAN provocó una reacción inmediata que el gobierno subestimó.
El impresentable Milei que se llamó a silencio ante tantas pavadas que dijo en la actual campaña electoral, además, chocó en este plan nefasto con la memoria histórica de los 649 compatriotas caídos en 1982 defendiendo la soberanía nacional contra el imperialismo británico, resultó ser más poderosa que el cinismo diplomático del oficialismo.
Según informes del medio Agenda Malvinas, ninguno de los altos mandos convocados ingresó a la Embajada Británica en el horario estipulado, lo que evidencia que la exposición pública frustró el encuentro. No hay evidencia de que la reunión se haya trasladado a otro lugar, lo que sugiere que la maniobra del Ministerio de Defensa fracasó ante la imposibilidad de sostener públicamente lo insostenible, dialogar amigablemente con representantes militares de la misma potencia que, simultáneamente, realiza ejercicios militares en nuestro territorio usurpado y que este año ha llevado a cabo cinco maniobras castrenses en las islas.
La hipocresía del gobierno se torna grotesca al analizar el contexto. Mientras Milei y su canciller, Gerardo Werthein, hablan retóricamente de soberanía en foros internacionales, el Ministerio de Defensa organiza encuentros secretos con militares británicos para discutir la experiencia de la OTAN en Ucrania, como si Argentina tuviera algo que aprender de quienes mantienen una ocupación colonial en pleno siglo. La contradicción es tan evidente que ni siquiera el aparato de propaganda oficial pudo defenderla, optando por el silencio cómplice ante las cancelaciones.
La UNDEF, que debería ser un espacio de formación crítica y soberana, también intentó normalizar el vínculo con el ocupante al organizar la conferencia "Modern Warfare: Perspectivas y lecciones del conflicto en Ucrania" con expertos del Ministerio de Defensa británico. Esta iniciativa fue denunciada por organizaciones sociales que comprendieron de inmediato las implicancias políticas de abrir las aulas universitarias argentinas a representantes militares de la potencia invasora. Ante la presión, la UNDEF emitió un comunicado administrativo en el que se limitó a agradecer el interés y lamentar "los inconvenientes que la cancelación pueda ocasionar", sin abordar los verdaderos motivos del escándalo: la flagrante contradicción entre proclamar soberanía y recibir con honores académicos a militares de la nación que nos despojó de parte de nuestro territorio.
Este episodio revela algo más profundo que un simple error diplomático. Muestra la verdadera naturaleza del proyecto político de Milei, la entrega sistemática de la soberanía nacional a cambio de la aprobación de Washington y sus aliados. Las reuniones militares con el Reino Unido se inscriben en una estrategia más amplia de subordinación a los intereses anglosajones, que incluye el reforzamiento de la alianza militar con Estados Unidos y rumores sobre la cesión de bases estratégicas en Ushuaia. Para el gobierno libertario, como para toda la derecha fascista y sionista, la causa Malvinas representa un obstáculo en su camino hacia la integración plena al eje atlántico. Por ello, intentó normalizar lo inaceptable mediante encuentros discretos que, una vez expuestos públicamente, debió cancelar apresuradamente.
La respuesta popular fue ejemplar. La interpelación a los cuarteles, la movilización popular, y la renuncia del ministro Petri están en agenda, y la apertura de todo documento decreto sobre la cooperación militar con el Reino Unido y posibles acuerdos en el Atlántico Sur. Crece el repudió público a estas reuniones reservadas. Veteranos de guerra, organizaciones sociales y medios comprometidos con la soberanía denunciaron el colaboracionismo sin ambigüedades. Esta presión cívica, este ejercicio activo de la memoria histórica y la conciencia antiimperialista, y la crisis de régimen fue lo que obligó al gobierno a retroceder. No fue un acto de autocrítica o de respeto institucional, fue otra derrota política que el oficialismo ultralumpen-liberal que intentará minimizar con silencio, pero que establece un límite claro a la política de entrega.
Dentro de las propias Fuerzas Armadas, el malestar es evidente, aunque se expresa en voz baja por los subordinados debido a la estructura jerárquica castrense. Fuentes militares consultadas bajo reserva manifestaron "profunda incomodidad" ante la convocatoria, que coloca a los mandos en la disyuntiva entre obedecer al poder civil y honrar el compromiso histórico con la causa Malvinas. En la UNDEF, docentes y estudiantes expresaron sorpresa ante la falta de debate previo sobre las implicancias de invitar a militares británicos. Esta desmoralización interna es quizás el daño más grave, el gobierno no solo humilla la memoria de los caídos, sino que degrada a las instituciones militares argentinas, que en su propia descomposición simulan normalidad con quienes fueron y son el enemigo en la disputa territorial más importante del país.
El Ministerio de Defensa no ha emitido ninguna aclaración oficial sobre las cancelaciones ni sobre los motivos originales de las convocatorias. Este silencio es elocuente. Es una admisión tácita de que no existe argumento defendible para justificar lo que intentaron hacer. Es un reconocimiento de que la derrota moral y política puede, aún, frenar los planes de entrega cuando la sociedad civil se organiza y denuncia. Es la confirmación de que en materia de soberanía existe un consenso nacional que trasciende las divisiones artificiales y que el gobierno no puede violar impunemente sin enfrentar costos políticos significativos.
Esta pequeña victoria popular debe ser entendida en su justa dimensión. Extender a la unión latinoamericana contra los imperios. Unirse a las sublevación de Perú, Ecuador, etc. Solo con el "Fuera Milei" se altera la orientación general de la política exterior, de revierte el proceso de subordinación a los intereses imperiales, se recupera las islas usurpadas.
La memoria histórica del pueblo argentino no se vende, que la causa Malvinas, los recursos naturales, la soberanía económica, siguen siendo un territorio de dignidad soberana donde la entrega encuentra resistencia, y que cuando las organizaciones populares, los medios comprometidos y los sectores de izquierda se movilizan, pueden superar los límites concretos al colaboracionismo. La defensa de la soberanía prevalece cuando el pueblo trabajador la defiende activamente. Lo ocurrido con estas reuniones secretas frustradas es prueba de ello. Ahora, el desafío es mantener esa vigilancia permanente, ya que el gobierno volverá a intentarlo bajo otras formas, con otros eufemismos, en espacios menos visibles.
La lucha por Malvinas, como todas las luchas antiimperialistas, es una batalla prolongada que se gana o se pierde en cada momento histórico concreto.
Esta vez, una nueva derrota para Milei y Trump.
Y preparemos otra con la huelga general, y si la mayoría de trabajadores votan, logremos otra: en estas elecciones votemos en forma crítica a Política Obrera, y donde no se presente, también en forma crítica, al FITU.

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