La Invención del Pueblo Judío: Un Análisis Crítico de Shlomo Sand y sus Implicaciones en el Sionismo, la Religión y el Conflicto Palestino




Por Raúl Valle


En un mundo donde las narrativas históricas a menudo se entrelazan con identidades políticas, el libro "La invención del pueblo judío" (publicado originalmente en hebreo en 2008 por Shlomo Sand, historiador israelí y profesor emérito de la Universidad de Tel Aviv, y traducido al inglés en 2009 como "The Invention of the Jewish People") desafía los cimientos del sionismo al argumentar que la idea de un "pueblo judío" como entidad étnica homogénea y ancestral es un mito moderno construido en el siglo XIX.

Sand, un científico destacado y crítico del nacionalismo israelí, sostiene que los judíos no descendieron de un exilio babilónico masivo en el siglo VI a.C., sino que surgieron de conversiones masivas en la Edad Media, principalmente en el mundo islámico y Europa oriental. Basado en evidencia arqueológica y genética, Sand cita estudios como los de la genetista israelí Doron Behar (en "The Genome Within Us", 2008), que muestran que los judíos asquenazíes tienen más afinidad genética con poblaciones europeas no judías que con judíos sefardíes o del Medio Oriente, refutando la noción de un linaje puro. "El judaísmo es una religión, no una etnia", afirma Sand, diferenciando así la religión judía —un conjunto de creencias espirituales y prácticas rituales centradas en la Torá y el Talmud— del sionismo, un movimiento político secular nacido en el siglo XIX que busca un estado judío en Palestina como un supuesto refugio contra el antisemitismo europeo.

Mientras la religión judía enfatiza la diáspora y la espera mesiánica, el sionismo la seculariza para justificar la colonización, transformando mitos bíblicos en ideología nacionalista.

Esta distinción se extiende al estado de Israel, fundado en 1948, con apoyo de las naciones imperiales pero sobre todo del estalinismo, para frenar los procesos revolucionarios y la tolerancia religiosa en oriente medio. Mientras las literaturas occidentales hacen otro mito de la democracia contra los regímenes teocráticos del islam, el estado de Israel contiene en su base religiosa e ideológica los elementos políticos y sionistas más reaccionarios de la humanidad.

El sionismo, según Sand, fusiona identidad étnica con territorialidad, creando un estado que privilegia a los judíos sobre otros grupos, lo que él critica como una forma de apartheid. A diferencia de la religión judía, que no requiere un estado soberano para existir, el estado israelí incorpora leyes como la "Ley del Retorno" (1950), que permite la ciudadanía automática a cualquier judío, independientemente de su origen, reforzando una identidad híbrida. Un comentario valioso al libro de Sand es que se respaldada con arqueología (como excavaciones en Palestina que no hallan evidencia de un reino unificado de David y Salomón, tampoco alguna evidencia del paso por el mar Rojo, y mucho menos por el peregrinaje por el desierto de los pasajes bíblicos y de las películas de Hollywood . 

Sand fundamenta su crítica en datos científicos: análisis genéticos de la Universidad de Harvard (estudio de 2008 en Nature Genetics) indican que solo el 40-50% del ADN de judíos asquenazíes proviene de ancestros del Medio Oriente, el resto de conversiones europeas, desmantelando el mito de la pureza étnica.

Sand también aborda interpretaciones radicales de la Torá, el texto sagrado judío, que algunos sionistas usan para justificar acciones genocidas. En Deuteronomio 7:1-2, se lee: "Cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra que vas a poseer, y haya arrojado de delante de ti a muchas naciones... no harás alianza con ellas ni tendrás piedad de ellas. Las destruirás completamente". Este pasaje, junto a otros en Josué (6:21-24), describe la aniquilación de pueblos cananeos como mandato divino, interpretado por extremistas sionistas como justificación para la expansión territorial. Sand argumenta que tales textos, escritos en el siglo VII a.C. durante la reforma deuteronómica, reflejan conflictos tribales antiguos, no un imperativo eterno, y critica cómo el sionismo los seculariza para legitimar la desposesión palestina. Fundamentos científicos apoyan esto: estudios filológicos de la Universidad de Tel Aviv (como los de Nadav Na'aman) datan estos textos como composiciones postexílicas, no históricas, refutando reclamos de "tierra prometida" ancestral.

Una construcción cultural desconocida para los latinoamericanos es como la religión evangelista tutela al sionismo. En Estados Unidos, y su crecimiento en Latinoamérica —específicamente el sionismo cristiano— defiende fervientemente a Israel por razones bíblicas. Movimientos como los de John Hagee (fundador de Christians United for Israel, con más de 10 millones de miembros) ven el estado judío como precursor del regreso de Cristo, basado en interpretaciones literarias de Apocalipsis 20:4-6. Estos evangelistas, influyentes en la política estadounidense (apoyando a figuras como Donald Trump). También iglesias de masas como la Iglesia Universal en Brasil con Bolsonaro fusionan el programa de ataque a las conquistas democráticas en las elecciones. También Milei levantó la bandera de la refundación sionista que donan millones de dólares a iglesias evangelistas y que luego envían remesas de miles de millones a Israel anualmente, ignorando la opresión palestina, y promueven una alianza que Sand critica como teológica, no ética. Un estudio de 2018 del Pew Research Center revela que el 82% de evangelistas blancos en EE.UU. apoyan a Israel, vinculándolo a su escatología, lo que Sand ve como una perversión religiosa que alimenta el conflicto.

Relacionando esto con el genocidio palestino, Sand argumenta que el sionismo, al inventar una narrativa de retorno ancestral, facilita la Nakba de 1948 (expulsión de 750.000 palestinos, según la ONU) y el apartheid actual en Cisjordania y Gaza, donde palestinos viven bajo ocupación militar sin derechos democráticos. Cita informes de Amnistía Internacional (2023) que documentan crímenes de guerra israelíes, como bombardeos en Gaza que mataron a más de 11.000 civiles en 2023, y critica el servicio militar obligatorio en Israel como herramienta de opresión. En países, en 2025, como Argentina, donde la comunidad judía es minoritaria (alrededor de 200.000 personas, el 0.4% de la población, según censos de 2022), su representación sionista es desproporcionada en sectores estatales, económicos, educativos y culturales —como en bancos, Grupo Clarín, Mekorot, JAE3, universidades (rectores en la UBA), universidades y colegios privados— refleja un lobby poderoso.

Sin embargo, hay que destacar una hipocresía, la mayoría de los judios argentinos rechazan el servicio militar en Israel, viéndolo como una "ciudad militarizada" racista que impone apartheid, encarcelando jóvenes que se niegan a obedecer (como en casos de "refuseniks" israelíes, con más de 1.000 presos por objeción, según Yesh Gvul). Esto, según Sand, expone el sionismo como un nacionalismo excluyente, no una defensa religiosa, y urge a una reevaluación global para justicia palestina, fundamentada en derechos humanos universales respaldados por la Corte Internacional de Justicia.

 "La invención del pueblo judío" no solo deconstruye mitos, argumenta como una construcción estatal por medio del imperialismo y la colonización expansiva y territorial es una herramienta de muerte y destrucción que invita a cuestionar cómo identidades inventadas perpetúan injusticias, con evidencia científica que desafía narrativas dominantes.

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