La buena elección de la Izquierda

 


Desde una perspectiva trotskista, inspirada en los principios de León Trotsky —quien denunció el estalinismo como una deformación burocrática que eleva a líderes individuales por encima del colectivo obrero, sofocando la revolución permanente y la democracia interna—, el balance de La Izquierda Diario sobre las elecciones legislativas de 2025 en Argentina refleja tanto avances en la lucha clasista como peligrosos retrocesos. La victoria de Myriam Bregman del PTS en el Frente de Izquierda Unidad (FITU), obteniendo más del 9% de los votos en CABA y convirtiéndose en tercera fuerza, es un triunfo de las luchas populares contra el ajuste neoliberal de Milei, dictado por el FMI y Estados Unidos. Sin embargo, la nota revela un culto a la personalidad que el PTS cultiva en torno a sus dirigentes, ninguneando los enclaves de lucha colectiva y los procesos democráticos. Esto no es un detalle menor, Trotsky advirtió que el "culto al líder" es el veneno que corrompe a las organizaciones revolucionarias, transformándolas en aparatos burocráticos que priorizan la imagen de figuras carismáticas sobre la movilización masiva y la crítica interna. La nota exalta a Myriam Bregman como "referente de Derechos Humanos, referente del movimiento de mujeres y participante todos los miércoles de la lucha emblemática de los jubilados". Esto no es casual, el PTS, bajo la influencia de corrientes que recuerdan al estalinismo deformado, construye un culto alrededor de figuras como Bregman, Castillo o Del Caño, presentándolos como "salvadores" individuales. También recordemos que el Fitu en el último ballotage llamo a votar al peronismo.

Trotsky, en su crítica al estalinismo, señaló que este culto transforma a los líderes en ídolos intocables, alejándolos de la base obrera y sofocando la crítica. Aquí, la nota ignora el rol colectivo: ¿Dónde están los miles de militantes, asambleas y comités que hicieron posible esta campaña? Se menciona "la militancia y cientos de simpatizantes", pero se reduce todo a Bregman, como si su "pelea incondicional" fuera la única fuerza motriz. Esto ningunea los enclaves de lucha —las fábricas, barrios y universidades donde se forja la resistencia diaria— y el proceso colectivo, donde la democracia obrera debería primar sobre el liderazgo carismático. En términos trotskistas, esto es un peligro, el PTS, al igual que otras organizaciones de izquierda, corre el riesgo de burocratizarse, priorizando alianzas electorales y figuras mediáticas sobre la construcción de soviets obreros o consejos de trabajadores. La nota habla de "propuestas del FITU difundidas en plazas", pero no profundiza en cómo estas propuestas emergen de debates democráticos, sino que las atribuye a "referentes" como Bregman. Esto refleja un centrismo que Trotsky combatió, una izquierda que se adapta al parlamentarismo burgués sin romper con él, elevando líderes para ganar votos en lugar de preparar la revolución. Un aspecto positivo a destacar es la mención implícita a la solidaridad internacional, como los spots por Palestina. En un contexto de genocidio israelí en Gaza, apoyado por potencias imperialistas como EE.UU., el FITU ha mostrado un internacionalismo proletario al denunciar esto en su campaña. Trotsky enfatizó que la revolución es internacional o no es revolución: la lucha por Palestina no es un "tema secundario", sino parte integral de la batalla contra el imperialismo global. Estos spots demuestran que el FITU puede conectar las luchas locales (contra Milei) con las globales, inspirando a trabajadores en Argentina y más allá. Esto es un triunfo que debemos amplificar, criticando a quienes, como el centrismo en otras izquierdas, ignoran el internacionalismo para no "molestar" a alianzas burguesas. La nota celebra el apoyo de "sectores de la educación, de la salud, de Derechos Humanos, de la Marea Verde", pero oculta una crítica necesaria, si la campaña de la mujer trabajadora no se hubiese volcado al feminismo burgués —ese feminismo liberal que prioriza identidades individuales, no diferencia a la mujer patronal de la mujer proletaria y alianzas con la burguesía en lugar de la lucha de clases—, el FITU podría haber alcanzado el 15% o más. Trotsky, en su análisis del feminismo, advirtió contra desvíos que separan la lucha de género de la revolución proletaria, convirtiéndola en un "feminismo burgués" que coopta movimientos como el de las mujeres trabajadoras para fines reformistas. En Argentina, la Marea Verde ha sido cooptada por sectores que evitan confrontar el capitalismo patriarcal, enfocándose en derechos individuales sin ligarlos a la explotación obrera. Si el FITU hubiese mantenido un enfoque clasista —enfatizando cómo el patriarcado es un producto del capitalismo, y movilizando a mujeres trabajadoras en fábricas y sindicatos contra el ajuste de Milei—, habría atraído a más sectores proletarios, superando el 9% actual. Este desvío refleja el centrismo del PTS: en lugar de radicalizar la lucha, se adapta a discursos burgueses para ganar votos, perdiendo el potencial revolucionario. Trotsky diría que esto es una traición a la revolución permanente, donde las luchas parciales (como la de género) deben subordinarse a la perspectiva de clase y a la lucha total contra el sistema. La buena elección del FITU —con Bregman electa en CABA y triunfos en Provincia de Buenos Aires— es un logro que debemos instalar como base para criticar las direcciones centristas y el culto a la personalidad en el PTS. Trotsky insistía en que los éxitos electorales no son fines en sí mismos, sino herramientas para la movilización revolucionaria. Esta victoria demuestra que la izquierda clasista puede crecer contra Milei, pero el PTS, con su burocracia, corre el riesgo de institucionalizarse, como sucedió con otras izquierdas que pasaron de revolucionarias a reformistas. Para evitar esto, debemos forjar una gran coordinadora de los luchadores clasistas, un espacio democrático donde trabajadores, mujeres, jóvenes y sectores populares discutan y decidan colectivamente, sin líderes intocables. Esto llevaría a un partido de trabajadores genuino, no un frente electoral como el FITU, que a menudo prioriza alianzas con centristas (como el PO, MST o IS) sobre principios revolucionarios. Trotsky fundó la Cuarta Internacional para combatir el estalinismo y el centrismo; hoy, en Argentina, necesitamos algo similar: una coordinadora que una a los enclaves de lucha (sindicatos, asambleas, movimientos estudiantiles) para preparar la revolución, no para gestionar el parlamentarismo. Esta nota de La Izquierda Diario es un espejo de las contradicciones de la izquierda argentina, triunfos contra el neoliberalismo, pero deformados por el culto a la personalidad y desvíos centristas. Desde el trotskismo, celebramos la banca de Bregman como un arma contra Milei, pero exigimos crítica interna, el PTS debe abandonar el culto a sus dirigentes, haber apoyado leyes sionista en la legislatura y fomentar la democracia obrera. Destacamos los spots por Palestina como modelo de internacionalismo, pero criticamos el feminismo burgués que limitó el potencial electoral y revolucionario. Usemos esta buena elección para construir una coordinadora clasista y un partido de trabajadores, rompiendo con el centrismo y avanzando hacia la revolución permanente. Solo así, la izquierda será una fuerza invencible, no un culto efímero. ¡Por las asambleas de base en el FITU y recuperar los sindicatos de las garras del peronismo entregador, contra el burocratismo!

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