Avances Estratégicos de Putin en Venezuela: La Respuesta al Imperialismo de Trump en 2025

 


Por Raúl Valle


En un mundo cada vez más polarizado, donde el imperialismo estadounidense busca desesperadamente mantener su hegemonía, los avances estratégicos de Vladimir Putin en Venezuela representan un reacomodamiento geopolítico en la lucha de clases internacional.

Mientras Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de Estados Unidos, se ve imposibilitado de lanzar una invasión militar directa contra Venezuela debido a las lecciones aprendidas de fracasos pasados y la resistencia férrea del pueblo venezolano armado pero regimentado por Nicolás Maduro, recurre a tácticas cobardes y clandestinas: guerras de falsa bandera, operaciones encubiertas de la CIA y bloqueos económicos devastadores. Estos métodos, sin embargo, no hacen más que consolidar la alianza entre Caracas y Moscú, como se evidenció en el reciente Foro Empresarial "Rusia y Venezuela – Socios Estratégicos", inaugurado este martes en el Centro de Convenciones de La Carlota.

El foro, que se extiende hasta el miércoles, reúne a más de 370 empresas de ambos países y marca un hito en las relaciones bilaterales tras la ratificación definitiva del Tratado de Asociación Estratégica y Cooperación. La vicepresidenta ejecutiva Delcy Rodríguez encabeza la delegación venezolana, mientras que la corporación estatal rusa Rostec lidera la representación de Moscú. Este encuentro no es solo un ejercicio comercial; es un giro en el dominio financiero occidental, promoviendo un nuevo orden mundial multipolar que reduce la dependencia de sistemas como el dólar y las instituciones imperialistas como el FMI y el Banco Mundial y lleva a Venezuela a la dependencia y órbita de los BRICS.

En un contexto de 2025, donde las sanciones de Trump han exacerbado la crisis económica en Venezuela, esta alianza rusa-venezolana ofrece una vía alternativa al bloqueo yanqui, con inversiones en energía, tecnología y defensa que fortalecen la resistencia antiimperialista.

Sin embargo, esta relación no es simétrica: Venezuela, debilitada por décadas de agresión imperialista, depende en gran medida de la asistencia militar y económica de Putin por lo que pierde su soberanía. Moscú proporciona armas avanzadas, incluyendo sistemas de misiles antiaéreos S-300 y S-400 para defender el espacio aéreo venezolano contra amenazas externas, helicópteros de combate Mi-35 y Mi-17 para operaciones de contrainsurgencia, tanques T-72 y T-90 para reforzar las fuerzas terrestres, y tecnología de drones y ciberdefensa para contrarrestar sabotajes. En 2025, estos suministros se han intensificado, con entregas recientes de sistemas de radar y municiones que permiten a Maduro mantener una disuasión efectiva frente a las provocaciones de Washington. A cambio, Maduro concede a Putin acceso privilegiado a los vastos recursos naturales de Venezuela, otorgando contratos exclusivos a empresas rusas como Rosneft para la extracción y refinación de petróleo crudo, con acuerdos que garantizan a Moscú hasta el 40% de las exportaciones petroleras venezolanas, además de derechos sobre yacimientos de oro, diamantes y coltán en la región de Guayana.

Estos "negocios" estratégicos no solo financian la deuda venezolana con Rusia –que supera los 17 mil millones de dólares– sino que permiten a Putin diversificar sus fuentes energéticas y mineras, fortaleciendo la economía rusa en medio de sanciones occidentales.

Esta expansión rusa no se limita a Venezuela; hay indicios de una posible incorporación de Cuba y Colombia a esta esfera de influencia, fortaleciendo un eje antiimperialista en el Caribe y el norte de Sudamérica. Cuba, con su histórica alianza con Moscú desde la era soviética, podría ver un resurgimiento de lazos militares y energéticos, mientras que Colombia, bajo un gobierno progresista emergente en 2025, muestra señales de alejarse del alineamiento con EE.UU. hacia alianzas con potencias no occidentales, potencialmente integrándose en proyectos conjuntos de seguridad y comercio con Rusia. Esta "anexión" estratégica –no territorial, sino de influencia– amenaza con desestabilizar aún más los planes de Trump, quien ve en América Latina un patio trasero inalienable.

En paralelo, el avance de la relación entre Brasil y China marca otro giro en el tablero geopolítico sudamericano. Bajo el liderazgo de Luiz Inácio Lula da Silva, reelegido en 2024, Brasil ha profundizado sus vínculos con Pekín, con inversiones chinas en infraestructura, minería y agricultura que superan los 100 mil millones de dólares en 2025. Esta alianza económica, centrada en el BRICS y el comercio de commodities, reduce la dependencia de Brasil del mercado estadounidense y fortalece el bloque sudamericano contra las sanciones y presiones de Washington. Mientras Putin fortalece su presencia en Venezuela, Lula y Xi Jinping construyen un contrapeso asiático en Brasil, creando un triángulo de resistencia que incluye a Rusia, China y naciones latinoamericanas, desafiando el unipolarismo yanqui.

Trump, incapaz de una guerra convencional debido a la fatiga militar post-Afganistán e Irak, Siria, Ucrania y la defensa artificial del estado genocida de Israel y temeroso de una reacción global que podría aislar aún más a Estados Unidos, opta por la guerra híbrida. Las operaciones de falsa bandera, como intentos de sabotaje a infraestructuras venezolanas atribuidos falsamente a "grupos disidentes", buscan crear pretextos para intervenciones. La CIA, bajo la dirección de Trump, ha intensificado sus actividades en la región, financiando paramilitares y redes de espionaje para desestabilizar al gobierno de Maduro. No olvidemos los bloqueos económicos: en 2025, las sanciones han alcanzado niveles alarmantes, impidiendo el acceso a medicamentos y alimentos, con el objetivo de provocar un colapso interno que justifique una "intervención humanitaria" –una excusa hipócrita que hemos visto repetidamente en Libia y Siria.


Sin embargo, estos esfuerzos imperialistas están condenados al fracaso. La alianza con Rusia no solo fortalece la economía venezolana, sino que envía un mensaje claro, el hecho político de la lucha de clases internacional se intensifica con un bloque de resistencia donde las burocracias de Maduro y Putin se instalan como árbitros ante la necesidad de armas a las masa trabajadoras venezolanas que se preparan para luchar contra Trump, de ahí de controlar y luego impedir el desenvolvimiento de la revolución permanente . Putin y Maduro están construyendo un eje burocrático que incluye a China, Irán y otros actores no alineados, pero rechazando el unipolarismo estadounidense. En la posibilidad de este foro no vemos el nacimiento de un nuevo paradigma de cooperación mutua, soberanía energética y un rechazo frontal a las dictaduras financieras de Wall Street, sino una reversión del pasado del socialismo en un solo país, con colaboraciones burocráticas y asimétricas por parte de Rusia y China preocupados por la resolución y acentuación de la luchas de clases en Sudamérica que cada día se hace más incontrolable para los imperios.


¡Abajo el bloqueo yanqui! ¡Abajo la Amenaza de Invasión Yanqui!¡Por una Federación Socialista de América latina y el Caribe!



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