Por un correcto análisis de las elecciones de la Provincia de Buenos Aires.
Por Raúl Valle
La derrota de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires no genera confianza en las filas revolucionarias, pues su caída no es un simple triunfo electoral, sino un síntoma de la crisis orgánica del capitalismo argentino y mundial.
Es la derecha continental, alineada con el imperialismo estadounidense y el estado de Israel, la que sufrió un revés que refleja un ciclo de agotamiento de las políticas neoliberales exacerbadas por la guerra en Europa, el genocidio en Gaza, la crisis energética y el declive relativo de la hegemonía yanqui.
Milei, como figura ultraliberal, personificaba la avanzada de un programa de shock contra los trabajadores, pero su derrota en un distrito clave como Buenos Aires (epicentro de la clase obrera argentina) demuestra que la burguesía no logra estabilizar su dominación, ni siquiera con métodos de fascistización. Ya, luego, de su paliza electoral recurrió al apoyo de los gobernadores peronistas y Axel Kiccillof. Ellos con gusto y como expertos en profesional de bomberos armaron el salvataje del régimen.
La victoria de Axel Kicillof (post- "kirchnerista") en Buenos Aires no es un triunfo de la izquierda ni de los explotados, sino la expresión de las contradicciones del propio movimiento peronista. Los que niegan las contradicciones en política son aparatos vetustos.
Vamos al análisis: El peronismo, como partido burgués de base obrera, ha perdido su capacidad de mediatizar los conflictos sociales. Kicillof, heredero de Cristina Kirchner, representa una facción del PJ que combina populismo redistributivo (Axel, se autopercibe keynesiano) con pactos con el FMI y sectores del agronegocio. Su programa es contra la izquierda revolucionaria que considera que le come los talones.
Su triunfo no resolvió la crisis del peronismo, sino que la profundizó, debilidad programática, divisiones internas y pérdida de hegemonía cultural. El peronismo se fragmenta entre "moderados" y "kirchneristas", sin una base social unificada, mientras sectores de la clase media y el proletariado ven al peronismo como parte del sistema, no como alternativa. Su condición en esta etapa fue de un apoyo a la motosierra de Milei en el parlamento, junto a los actuales gobernadores peronistas, que claro, en su evolución rastrera, ahora, apoyan un cogobierno. La CGT peronista, totalmente entregada a Milei.
La sangre en la herida de Axel Kicillof fue el fracaso del RIGI en la Provincia de Buenos Aires, el cual se centró en Vaca Muerta (Neuquén) para proyectos de gas y petróleo, pero que Milei le serruchó la posibilidad de transporte de gas hacia Buenos Aires y luego al Oriente Lejano.
La provincia de Buenos Aires perdió una inversión clave de USD 30.000 millones para una planta de gas natural licuado, tras la retirada de Petronas (Malasia). Hubo descontento por la falta de beneficios directos, ya que los proyectos de shale se concentraron solo en Neuquén.
El "Conducto de Vaca Muerta", un gasoducto para exportar gas desde Neuquén, fue un eje del RIGI, pero hubiera impactado en Buenos Aires. Por eso se prepara para la revancha.
La izquierda parlamentaria del FITU tuvo una elección marginal, perdió todo los concejales y apenas mantuvo dos diputados, es muy lenta y perezosa en sus caracterizaciones, es una dirección de un grupito de aparatos. Menos pueden ver que la elección en Buenos Aires se debe analizar en un contexto internacional.
Hay que considerar la intervención económica de China, que busca desplazar la influencia de EE.UU. en Argentina.
Dar una guía al trabajador para que discuta cuál es su rol verdadero en su trabajo y cuánto de esencial, es estratégico. Sobre todo para mostrar que mientras en las elecciones a un gobernador vota fuera de su unidad productiva, dentro, rige la más absoluta dictadura capitalista, y el mayor colaboracionismo peronista sindical de la historia argentina.
Sigamos. Beijing ha convertido al país en un eslabón clave de su cadena de aprovisionamiento de materias primas y en un mercado para sus excedentes industriales. En el país hay proyectos que se podrían materializar en inversiones de litio donde empresas como Ganfeng Lithium y Tibet Summit pueden controlar el 50% de los proyectos de extracción en salinas.
También está en disputa la infraestructura estratégica con la Represa Kirchner-Cepernic y el FFCC San Martín, financiados por bancos chinos como el Eximbank, y acuerdos de swap que han proporcionado yuanes para que Argentina evite default, y así, condicionando políticas monetarias.
Kicillof, como gobernador, ha sido funcional a estos intereses, promocionando a Buenos Aires como "puente" para las inversiones chinas. Su triunfo no es antiimperialista, sino un reacomodamiento de las facciones burguesas ante el declive de EE.UU. y el auge de China.
Si Kicillof mantiene su influencia (incluso a nivel nacional), se profundizará un modelo de alianza entre el Estado, multinacionales y capital chino, con la posibilidad de desarrollar proyectos como expansión de las minas de litio en Salar de Olaroz (Jujuy) y Salar del Hombre Muerto (Catamarca), que derivará, también, beneficios para empresas del sector de EEUU y Australia, pero con financiamiento chino. También, parques eólicos en la Patagonia y solares en el NOA, con tecnología china, y mega-emprendimientos de soja y maíz en Buenos Aires, controlados por Cargill y Bunge, pero con mercados asegurados en China.
A nivel nacional, si el peronismo retoma la presidencia, seguramente habrá una renegociación de la deuda con el FMI con aval de China para evitar default y re estatizaciónes parciales de sectores estratégicos, como ocurrió con YPF en 2012, pero ahora, solo, con el socorro chino.
Pese a Milei que se autodeclara "anticomunista" y pro-EE.UU., China sigue siendo el principal dependiente comercial de Argentina. Le pasa lo mismo a Trump con la tenencia de su deuda externa, una de las mayores del mundo y en manos de Beijing.
En Argentina en 2023, el 80% de las exportaciones de soja y el 60% de la carne fueron a China. Incluso con Milei en el poder, los intercambios de commodities continuarán por dependencia estructural, ya que Argentina necesita yuanes para importar desde China (electrónicos, tecnología, maquinaria), acuerdos ya firmados como el swap de 700 mil millones de yuanes (2023) que sigue vigente, y Beijing presiona para que se renueve.
Las contradicciones burguesas, existen, hacen que la derecha argentina no pueda romper con China sin provocar una crisis cambiaria, así que mantiene un pragmatismo económico que choca con su retórica antichina.
La elección en Buenos Aires es un capítulo más de la crisis del capitalismo argentino, donde el imperialismo chino y el yanquí se disputan la hegemonía, mientras el proletariado sigue sin una dirección revolucionaria. Ni Milei ni Kicillof ofrecen una salida, el primero profundizará la barbarie neoliberal, el segundo administraría la decadencia con un reformismo impotente. La tarea sigue siendo construir una alternativa obrera e internacionalista, al margen de las fracciones burguesas en conflicto. Quizás hablar fraternalmente de estás cosas, pueda ser un aporte, y no repetir el disco rígido del folclore izquierdista.
Es importante volver a analizar un punto, sobre todo Política Obrera, sería bueno una dura autocritica, para luego ser más fuertes.
Pese a Altamira y Ramal, sus 800 luchadores crearon simpatía y serán una superación revolucionaria cuando esté más claro el derrumbe de la izquierda electoral, que apoya al peronismo y no va hasta el final en la lucha por recuperar los sindicatos.
Por eso, hay que volver a los lugares de agitación electoral y crear lazos profundos con los trabajadores y la literatura socialista, la escritura de los periódicos obreros. Objeto que la izquierda electoral ha abandonado, pero que el clasismo siempre respeta y admira. Ya que algunos nos desarrollamos en escribir y militar, esperamos tu respuesta.
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