El terrorista Milei privatiza nuestra energía atómica

 



Por Raúl Valle


El reciente anuncio del gobierno de Javier Milei sobre la privatización de Nucleoeléctrica Argentina —empresa que gestiona las centrales Atucha I, II y Embalse, generadoras del 7,4% de la energía eléctrica del país— se inscribe en un plan sistemático de entrega de recursos estratégicos a manos privadas, justificado por la "necesidad de dólares" en un contexto de crisis económica, aunque la propia empresa registre un superávit operativo de $103 mil millones en el primer semestre de 2025.


El plan, diseñado por Demian Reidel, titular de NASA, y respaldado por el presidente, se divide en tres fases: la venta del 44% de las acciones a capital privado, la exportación de tecnología nuclear y uranio (bajo el modelo "Gillette", vendiendo reactores y combustible), y la creación de un polo de inteligencia artificial en la Patagonia alimentado por energía nuclear.

Detrás de escena, se encuentra el creador de la criatura, el magnate Eduardo Eurnekian —ex jefe de Milei como economista de Corporación América— ya ha avanzado en la primera fase con una operación para explotar el yacimiento de uranio en Río Negro, con inversiones que podrían alcanzar los 160 millones de dólares.

Este movimiento no es casual, busca reemplazar un acuerdo previo con China para construir un reactor grande, alineándose con la voluntad de Trump de debilitar la influencia china y posicionar a Argentina como proveedor de uranio, en un contexto donde EE.UU. busca alternativas a Rosatom (empresa rusa no sancionada). 


Sin embargo, el “valor del uranio como material para bombas atómicas” es el eje oculto de este negocio. El mineral, esencial para la energía nuclear, también es la base para el enriquecimiento de uranio-235, componente clave en ojivas nucleares. 


Según datos de la Agence Internationale de l'Énergie Atomique (AIEA), el uranio-236, isótopo generado en reactores nucleares, ha sido detectado en aguas del Mediterráneo en niveles que duplican lo esperado, lo que alerta sobre posibles vertidos no declarados o tráfico de material sensible. 


Un dato importante, es que el estado genocida de Israel, por medio de su fuerza de choque “Mossad” asaltó en 1968, un barco italiano que transportaba uranio desde un reactor nuclear y fue interceptado en el Mediterráneo, revelando un robo de 200 kg del mineral, suficiente para construir varias bombas atómicas. Este fue el inicio del poder atómico actual del sionismo. Este caso, que nunca se esclareció del todo, sentó un precedente sobre cómo el uranio, incluso en forma "civil", puede desviarse hacia fines militares. 


Esto no queda acá, en el actual contexto de la entrada a la tercera guerra mundial, se agravan los riesgos. En mayo de 2025, Irán aumentó sus reservas de uranio enriquecido a niveles cercanos al grado armamentístico (60%), lo que desató un ataque de Israel contra instalaciones nucleares iraníes. Este episodio no es aislado, el costo del uranio se ha disparado un 400% en cinco años, pasando de 49 dólares el kilogramo a más de 200, lo que lo convierte en un commodity estratégico en la carrera armamentista. 


Aunque el uranio es más abundante que el oro en la corteza terrestre, menos del 1% es viable para energía nuclear, y aún menos para usos bélicos, lo que lo hace aún más codiciado. 


La “privatización atómica de Milei-Eurnekian” no solo entrega soberanía energética, sino que abre la puerta a que Argentina se convierta en un “eslabón en la cadena de proliferación nuclear”. Es una necesidad estratégica del imperialismo. 


La fase 2 del plan —exportar tecnología y combustible— implica que el país podría ser usado como plataforma para el tráfico de uranio no declarado, especialmente si se alinea con políticas de EE.UU. e Israel, quienes han intensificado ataques contra instalaciones nucleares en Medio Oriente.


Esta dinámica no es nueva. Estados Unidos ha usado la energía nuclear como arma de control geopolítico, en 2025, Trump ordenó ataques injustificados contra tres instalaciones nucleares iraníes, lo que demuestra que la "diplomacia nuclear" es, en realidad, una extensión de la guerra. 


En este marco, la privatización de Nucleoeléctrica no es un "ajuste económico", sino un “gesto de alineación con el terrorismo de Estado”,  al abrir el negocio del uranio a empresas como Corporación América (con vínculos probados con lobbies pro-Israel y pro-Trump), se legitima un modelo donde la energía nuclear sirve tanto para enriquecer a unos pocos como para alimentar conflictos bélicos. 


Por eso, “la privatización atómica corresponde a los alineamientos terroristas de Trump y el estado de Israel”, quienes usan la energía nuclear como coartada para justificar ataques, sanciones y el robo de recursos. En Argentina, esto se traduce en entregar a empresas privadas un mineral que podría ser desviado hacia fines bélicos, en un contexto donde el país no tiene capacidad real de controlar su destino. 


Mientras el pueblo trabajador lucha por sacarse a la basura política de Milei y sus cómplices peronistas, es necesario mostrar verdades como éstas, y que enciendan la chispa de la bronca y la superación política de las fuerzas productivas, y las preparen para el combate de la opresión y el belicismo imperialista.


Es hora de organizar la Asamblea Constituyente para romper con este modelo y recuperar la soberanía energética para el pueblo trabajador, garantizando que el uranio sea usado para la vida, no para la muerte. 

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